LECTURA
“Leer es atribuir directamente un sentido al lenguaje escrito”, “Leer es interrogar el lenguaje escrito como tal, a partir de una expectativa real (necesidad-placer) en una verdadera situación de vida”, “Leer, es leer escritos verdaderos, que van desde un nombre de calle en un letrero, un libro, pasando por un afiche, un embalaje, un diario”, (Jolibert, L., 2003).
De esta forma, Mendoza (2003) en Mendoza (1998), postula que la lectura ha sido concebida como “una actividad básica para la construcción de saberes, porque integra y reestructura diversidad de conocimientos a la vez que exige la participación del lector, que es el responsable de la atribución de significados y de la formulación de interpretaciones, además de ser quien fija la ordenación cognitiva de las estructuras y referentes textuales.
Durante los primeros años escolares resulta fundamental desarrollar en los alumnos las funciones cognitivas y el lenguaje escrito, herramientas específicas que nos sirven para conocer el mundo y relacionarnos con los objetos y personas que nos rodean. Ellas están a la base de cualquier aprendizaje y se estimulan y desarrollan adecuadamente lo que permite “aprender a aprender” en un contexto de aprendizajes significativos
Podemos decir que la lectura es “fundamentalmente un acto en que el lector moviliza su inteligencia con el fin de construir los sentidos de un texto, lo cual sólo ocurre si éste posee conocimientos, experiencias previas y esquemas cognitivos que permitan otorgarle un significado” (Ausubel, 1983; Coll, 1990; Condemarín, 1991; Rumerhart, 1981, en Condemarín, 1989).
“Durante la lectura se produce una transacción entre el lector y el texto” (Rossenblatt, 1978), en la cual el lector, a partir de las claves del contexto y del texto, activas sus conocimientos y experiencias para aportarlos al proceso lector, establece relaciones, anticipa el contenido del texto, formula hipótesis, realiza inferencias, se plantea interrogantes, elabora respuestas que responden a su propósito de lectura.
Es preciso que el aprendizaje del lenguaje escrito tenga referencias a la experiencia más amplia, extraescolar de los niños, en un sentido general, sin alusiones a experiencias concretas de tal o cual niño. (Clemente Linuesa, María, Domínguez Gutiérrez, Ana, 1999). “La lectura de la realidad siempre precede a la lectura de la palabra, así como la lectura de la palabra implica una continua lectura de la realidad “(Freire, 1989).
Refiriéndose a la lectura como acto de construcción de significados, Jeróme, Bruner (1996) postula que la comprensión es el resultado de una actividad rigurosa del lector que organiza y contextualiza el contenido de los textos.
La lectura es una destreza básica y su aprendizaje constituye, sin duda, una de las tareas más importantes de la escuela. Es un elemento vital en todos los sectores de aprendizaje, llegando a ser una destreza esencial en el desarrollo escolar, laboral y personal. La lectura favorece la apertura al cambio, la imaginación y la creatividad, activa los procesos mentales, orienta hacia el futuro, estimula la flexibilidad del pensamiento. Por esto, evaluar cómo se está dando su aprendizaje en diversos momentos de la escolaridad, resulta fundamental para diseñar, en forma oportuna, estrategias remediales. (Marchant, Teresa, Recart, Isidora, Cuadrado, Blanca, Sanhueza, Jorge, 2007).
La lectura no es un proceso que se adquiere como un todo. Es un proceso que se adquiere gradualmente en los primeros cursos de enseñanza básica y su aprendizaje se relaciona con la capacidad de dominar progresivamente textos cada vez más complejos captando su significado. (Marchant, Teresa, Recart, Isidora, Cuadrado, Blanca, Sanhueza, Jorge, 2007).
El proceso antes descrito requiere de un aprendizaje complejo e involucra una seria de operaciones parciales que hay que cuidar de no confundir con la totalidad del proceso. Las operaciones centrales son la decodificación y la comprensión. La decodificación se refiere a la capacidad de reconocer signos escritos y transformarlos en lenguaje oral u otro sistema de signos; en cambio la comprensión puede entenderse como la construcción del contenido o significado de los escritos. Toda lectura por definición es comprensiva, la decodificación es sólo un necesario primer paso en el proceso de aprendizaje. (Marchant, Teresa, Recart, Isidora, Cuadrado, Blanca, Sanhueza, Jorge, 2007).
El desarrollo de las funciones cognitivas (es decir del lenguaje oral – la memoria – la atención – las nociones de espacio y tiempo) y del lenguaje escrito, en todas las edades cuando no se tienen o no se han adquirido correctamente, se centran en el desarrollo de estas funciones y no en la entrega de contenidos. En el mundo de hoy en que los conocimientos adquiridos rápidamente pasan a ser obsoletos, lo fundamental parece ser disponer de herramientas adecuadas para enfrentar nuevos contenidos, nuevas realidades.
Por lo anteriormente expuesto entonces sse hace necesario que el proceso de aprendizaje en la primera infancia consista en una transición de lo natural (el lenguaje oral – auditivo) a lo cultural (el lenguaje lecto- escrito) donde el lenguaje oral sea la base de la lectura. El dominio del lenguaje oral es una etapa temprana, es la base para desarrollar gradualmente habilidades de comunicación y de aprendizaje que a su vez constituirán el fundamento de muchas otras destrezas. La estimulación de las habilidades verbales constituye la base del desarrollo del pensamiento del niño y de la calidad de sus futuros aprendizajes. El discurso oral constituye el fundamento del discurso escrito y por lo tanto, si no se desarrolla el vocabulario y las capacidades de comprensión oral y auditiva del niño, tampoco se podrán desarrollar sus capacidades de lectura. Si las aptitudes de un niño para leer y escuchar son pobres por el hecho de haber crecido en un ambiente lingüístico limitado, deberán hacerse esfuerzos tanto para fomentar la comprensión oral y auditiva como la mecánica de la lectura (Vellutino & Scalon, 2001; Whitehurst & Lonigan, 1998).
Una vez que el niño aprende a leer con facilidad y de manera comprensiva, el hecho de leer contribuye al aprendizaje de nuevas palabras y a la adquisición de nuevos conocimientos. El sistema de retroalimentación entre el discurso oral y escrito permite enriquecer la experiencia lingüística y de aprendizaje del niño proporcionando nuevas oportunidades para adquirir un caudal más amplio de conocimientos y de vocabulario y que se establezca una dinámica entre el lenguaje informal particularmente rico de una persona y el lenguaje formal ampliamente representativo de una cultura.
En sus últimas investigaciones Bravo (Bravo 2003; Bravo, Villalón & Orellana 2002) corrobora lo planteado por diversos estudios internacionales de seguimiento de niños que señalan que una parte importante del éxito en el aprendizaje de la lectura depende del desarrollo cognitivo y psicolingüístico que se adquiere en los años anteriores a primero básico (Clompton, 2000; Sawyer, 1992).
La lectura constituye una realidad privilegiada de activación y enriquecimiento de las habilidades lingüísticas, cognitivas y afectivas de los niños. Leer permite abrir la imaginación hacia nuevos campos, activar el descubrimiento, impulsa los procesos mentales, enriquecer el vocabulario, las estructuras gramaticales y narrativas, desarrollar y establecer un nuevo orden en la adquisición de la información, desarrollando así la comprensión.
Diversas investigaciones muestran que hay una fuerte correlación entre los hábitos de lectura de un pueblo y su desarrollo material y social. Las personas que no leen tienden a ser rígidas en sus ideas y acciones y a guiar sus vidas y su trabajo por lo que se les transmite directamente. Las que leen, abren su mundo, pueden recibir información y conocimientos elaborados por otros en diversas realidades. El hábito de lectura forma personas abiertas al cambio, orientados hacia el futuro.
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