Lonergan Dimesión Moral Humana
Lonergan (1988, 1999) plantea una muy sugerente y detallada explicación de la estructura de la dimensión moral humana, de la estructura de la toma de decisiones humanas. Esta estructura está centrada en el acto de comprensión existencial o deliberativa, es decir, en la aprehensión de lo que es humanamente bueno o humanamente constructivo en cada circunstancia que se presenta en la vida de un ser humano o de una sociedad.
El dinamismo de la estructura moral humana, dice Lonergan (1988, cap. 1), parte de la experiencia sensible, de la captación de datos suficientes y relevantes del exterior y de la propia consciencia del sujeto, continúa en la adecuada idea que se forma a partir de la relación entre los distintos datos que conforman la realidad que se está viviendo, se hace más crítica al cuestionar, reflexionar, buscar pruebas y evidencias de la realidad de esa idea formada a partir de los datos y se realiza existencialmente al hacerse preguntas para la deliberación (¿Es bueno o malo? ¿Construye o destruye? ¿Es justo o injusto? ¿Es pertinente hacerlo o no?), al deliberar, valorar, abrirse a la aprehensión de valor y llegar a establecer juicios de valor y decisiones que se sustenten en argumentos sólidos, se conviertan en estrategias o planes de acción y de concreten en operación eficiente y transformadora.
En todo este proceso, el acto central es el acto de comprensión existencial o deliberativo (insight deliberativo) que constituye el momento de iluminación que vive la consciencia de todo ser humano al aprehender el valor. Este acto de comprensión existencial, afirma Vertin (1995) es un “acto de cognición afectiva”, es decir, opera predominantemente en la dimensión afectiva de la persona y no en el nivel cognitivo, aunque para realizarse requiere de una o varias intelecciones y de uno o varios actos de juzgar que son ambos, actos esencialmente cognitivos.
Es importante destacar que en esta perspectiva existe una nueva noción de valor, entendido como noción trascendental. “Valor es lo que se tiende a alcanzar en las preguntas para la deliberación que nos planteamos”, afirma Lonergan (1988: p.40), es decir, el valor es un “desconocido conocido”, es una permanente meta en la búsqueda humana de una “vida buena”. Esta nueva perspectiva de lo que es el valor, es mucho más heurística y dinámica que las definiciones tradicionales e implica concebir la vida moral como una búsqueda permanente en la que el sujeto humano tiene que ajustar sus decisiones y acciones a las exigencias de autenticidad de su propio dinamismo humano (moral como estructura) más que a las normas establecidas por la sociedad en la que vive (moral como contenido), aunque nunca en contra de ellas o prescindiendo de ellas, puesto que todo sujeto humano está inmerso en una sociedad y cultura que le presentan valores y significados. No se trata pues de una dinámica simplificadora —el sujeto contra la sociedad— sino de una dinámica compleja de conjunción que implica el reto de autoconstruirse de manera atenta, inteligente, razonable y responsable dentro de una sociedad, pero a veces también más allá de la sociedad o incluso en contra de, lo que la sociedad va presentando como valioso.
Es importante destacar que en esta perspectiva existe una nueva noción de valor, entendido como noción trascendental. “Valor es lo que se tiende a alcanzar en las preguntas para la deliberación que nos planteamos”, afirma Lonergan (1988: p.40), es decir, el valor es un “desconocido conocido”, es una permanente meta en la búsqueda humana de una “vida buena”. Esta nueva perspectiva de lo que es el valor, es mucho más heurística y dinámica que las definiciones tradicionales e implica concebir la vida moral como una búsqueda permanente en la que el sujeto humano tiene que ajustar sus decisiones y acciones a las exigencias de autenticidad de su propio dinamismo humano (moral como estructura) más que a las normas establecidas por la sociedad en la que vive (moral como contenido), aunque nunca en contra de ellas o prescindiendo de ellas, puesto que todo sujeto humano está inmerso en una sociedad y cultura que le presentan valores y significados. No se trata pues de una dinámica simplificadora —el sujeto contra la sociedad— sino de una dinámica compleja de conjunción que implica el reto de autoconstruirse de manera atenta, inteligente, razonable y responsable dentro de una sociedad, pero a veces también más allá de la sociedad o incluso en contra de, lo que la sociedad va presentando como valioso. (López Calva, J. Martín, 2009).
La meta de la filosofía, y por ende la base de la teoría cognitiva está en ese deseo desinteresado, desprendido, e irrestricto de saber, y el desarrollo filosófico de un estudiante inicia cuando experimenta este deseo concreto, expresado en una pregunta, y la sigue de manera conciente hasta alcanzar a poseer el conocimiento buscado.
Según Lonergan, los maestros que “conocen su trabajo” son aquellos que logran reconocer el deseo innato de cuestionamiento que opera en sus alumnos. Si queremos que los alumnos manifiesten una actitud receptiva hacia el aprendizaje, debemos concientizarlos primero de ese deseo de saber que ya poseen. Sólo entonces seremos capaces de llevarlos a través del camino de auto-corrección, y no como procesadores de información.
Lonergan siguió haciéndose muchas más preguntas sobre las operaciones humanas y desarrolló en escritos posteriores otras dimensiones que tal vez no había tenido suficientemente en cuenta en Insight: ¿Qué hago cuando decido? ¿Cuál es el papel de la psique, los sentimientos y los valores en el proceso de decidir?
Nos hallamos, entonces, en el campo de lo existencial, en el campo de la moral y de las decisiones, que han sido más desarrollados por las escuelas filosóficas de corte fenomenológico y existencial. Lonergan, parte de la realidad en sus estudios y propone el “método trascendental” en el esquema general del proceso del conocimiento intelectivo de la mente humana.
Al reflexionar sobre el método trascendental habla de cuatro niveles de conciencia. Cada nivel queda determinado por el tipo de relación que el sujeto pretende establecer y que de hecho establece, a través de una serie de operaciones conscientes, con el objeto. No es que el sujeto determine al objeto. Es la conciencia del sujeto la que queda determinada por una operación mutua entre el sujeto que conoce y el objeto que se presta al juego del conocimiento. De esta experiencia del conocer, ambos surgen transformados.
Estos cuatro niveles de conciencia son: empírico, intelectual, racional y responsable. El primero es el nivel de la intención, es sólo prestar atención. El segundo, si además de atender buscamos entender. El tercero si además de los anteriores niveles, pretendemos organizar categorías de lo que hemos entendido. Un cuarto nivel se presenta, si además queremos hacernos responsables de lo que hemos atendido, entendido y organizado (Pira, María Victoria, Raudales, Karim, 2007)
Niveles de conciencia intencional B. Lonergan
Conciencia intencional
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Operaciones cognitiva-lingüísticas
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Situación de gestión: criterio – valor – resultado
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sensible
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observa y describe
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información
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inteligible
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pregunta y explica
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interpretaciones
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racional
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duda y juzga
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juicios de hecho y de valor
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responsable
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discierne y decide
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toma de decisión
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