jueves, 30 de mayo de 2013

El aprendizaje de la lectura como proceso de decodificación.

              Para que tenga lugar un buen aprendizaje lector, el niño debe tener desarrollados ciertos aspectos fonológicos, lingüísticos y cognitivos. Y dichos aspectos deben ser entrenados, pues la lectura, al igual que la escritura como herramientas culturales que son necesita un aprendizaje específico que supone la consecución de unos objetivos, entre los que destacan los siguientes:
·                     Desarrollo de la conciencia fonológica o capacidad de pasar grafemas a fonemas. Aspecto que, según varios investigadores (Cain y cols., 2000), presenta múltiples dificultades para el lector debido, probablemente, al fenómeno de la coarticulación (o asimilación de fonemas) y a la falta de transparencia en la relación grafema-fonema.
·                     Desarrollo de representaciones léxicas adecuadas, y por ello entendemos representaciones léxicas visuales para las palabras conocidas y fonológicas para las palabras desconocidas.
·                     Rima y  aliteración o capacidad para relacionar palabras que terminan (sillón, melón) o comienzan (alma, almacén) con el mismo sonido. En este sentido, han sido varias las investigaciones que muestran como los buenos lectores riman y aliteran desde edad muy temprana, siendo la tarea de detección de rimas un buen predictor de éxito lector (Cain y cols., 2000; Bryant y cols., 2000).
·                     Disponer de una rica memoria semántica, es decir, tener almacenados un buen número de significados.
·                     Disponer de una amplia capacidad de memoria operativa, es decir, se capaz de mantener activos en memoria un cierto número de elementos con significado.

             En el lenguaje escrito, la primera operación que realizamos al leer es la de extraer los signos gráficos escritos sobre la página para su posterior identificación. Esta tarea consta de varias operaciones consecutivas, la primera de las cuales es la de dirigir los ojos a los diferentes puntos del texto que vamos a procesar. Y, aunque cuando leemos tenemos la impresión de que nuestros ojos perciben las palabras a medida que avanzan de forma continua y uniforme a través de las líneas escritas; sin embargo esa impresión es errónea. Desde hace más de un siglo, se sabe que cuando una persona lee un texto sus ojos avanzan a pequeños saltos, llamados movimientos sacádicos, que se alteran con períodos de fijación en que  permanecen inmóviles. Los momentos de fijación permiten al sujeto lector percibir un trozo del material escrito y los movimientos sacádicos le trasladan al siguiente punto del texto.

             El desarrollo de la lectura, se comienza desde el lenguaje oral, por ello, “hay que empezar prematuramente, desde el que bebé al que se le habla y se le canta y luego se le lee o cuentan cuentos durante el día o al dormir (…), el placer del niño ante la voz que sosiega y lo acuna, que llama al sueño. Voz que más tarde cantará, leerá, contará” (Pinzás, J., 2003).

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